A propósito de la humanidad en el ejercicio de la medicina
5 enero 2017
Dr. House: ensayo o error
A lo largo de sus ocho temporadas (2004-2012), House ha supuesto una de los mayores éxitos de la cadena Fox, con 131 nominaciones a reconocidos premios televisivos, de los que consiguió 54, y millones de espectadores que han visto la serie por todo el mundo, siendo líder de audiencia muchos años. Su éxito debe atribuirse fundamentalmente a tres personas: David Shore, su creador, muy influido por su experiencia en un hospital universitario; la Dra. Lisa Sanders, principal asesora científica del proyecto; y, por supuesto, el carismático actor Hugh Laurie, que encarna al inolvidable Dr. Gregory House.
Los productores de la serie contactaron con la Dra. Lisa Sanders tras leer su columna en The New York Times en la que, desde 2002, planteaba casos muy llamativos desde el punto de vista diagnóstico. Hay muchas, y extraordinarias, series de televisión sobre medicina o sobre médicos, como Urgencias, Anatomía de Grey o The Knick; pero el acierto de House ha sido centrarse en la dificultad del diagnóstico. En cierta medida se inspira en Sherlock Holmes, personaje a su vez basado en el Dr. Joseph Bell, un médico brillante en los diagnósticos y compañero de carrera de Sir Arthur Conan Doyle. De hecho, en varios episodios se puede ver que Gregory House vive en el apartamento 221B, un secreto homenaje a Sherlock Holmes, que vivía en el 221B de Baker Street.
La Dra. Lisa Sanders es internista y trabaja en Yale como médico y profesora de medicina. Además de escribir artículos y libros sobre las claves del diagnóstico médico, ha recorrido muchos países hablando de ello. En 2016 estuvo en Lisboa en la iMed Conference donde, en una entrevista para El País, señalaba cómo “ya con el programa piloto vi que sería un éxito”. La doctora, especialista en diagnóstico, ha sabido sacar provecho en su carrera profesional de la dificultad de acertar cuando el diagnóstico de una patología es oscuro: “En la actualidad hay un 15 % de fallos en el primer diagnóstico que damos al enfermo”. Esta situación la ha trasladado a la pantalla y al equipo de diagnóstico que dirige el Dr. House. Aunque la Dra. Sanders reconoce que “el personaje es impresentable desde cualquier punto de vista”, señala, sin embargo, que “tiene una virtud: de repente hace clic y dice: ¡Alto! No vamos bien. Estamos equivocados”. Esta capacidad crítica de House y su brillantez de pensamiento son sus principales virtudes.
No obstante, al Dr. House se le pueden hacer dos críticas. En primer lugar, sobre el método que utiliza, el del ensayo-error (o prueba y error). Ante una hipótesis (un posible diagnóstico) se realiza una prueba, como puede ser, por ejemplo, aplicar un tratamiento; y si se obtiene respuesta, la hipótesis queda verificada. El método científico pretende contrastar hipótesis y el ensayo-error puede utilizarse en el contraste de hipótesis. Pero en medicina hay que ser muy cautos con este método, porque está en juego la salud de las personas. En ocasiones no queda más remedio, porque no hay otra alternativa o porque la situación lo requiere. Pero en general, antes de probar un tratamiento, los clínicos realizan pruebas dirigidas a acercarse al diagnóstico, para después comenzar la terapia. El Dr. House abusa de su intuición y tras trazar una hipótesis realiza una prueba: si sale bien es un genio; y si no…, pues se prueba otra cosa.
El otro aspecto criticable del Dr. House es su trato humano. Es posible que sea un genio médico, pero cuando traslada su ironía y sarcasmo al trato con los pacientes resulta impresentable. Se comprende que cada médico tenga un carácter diferente, pero los médicos deben tener la madurez suficiente para saber diferenciar el ámbito personal del profesional, y el trato a los enfermos debe ser siempre muy cuidadoso. Sin embargo, el Dr. House no disimula su antipatía ni su mal carácter cuando, por ejemplo, es víctima de la adicción que padece a la hidrocodona, medicación que toma por un dolor crónico en la pierna derecha. En ocasiones parece que odia a los pacientes, que son realmente quienes dan sentido a su vida. Hugh Laurie llegó a señalar que se sentía mal porque su padre era médico y él era “pagado por convertirse en una versión falsa de mi propio padre”.
Los datos de audiencia han dejado patente que el personaje divierte y entretiene, tanto a profesionales como a usuarios. ¿Qué es lo que atrae del Dr. House? ¿Su faceta de Sherlock Holmes? ¿Que un canalla brillante juegue con lo más valioso para las personas, su salud? ¿Su versión maltratadora? Y los profesionales y estudiantes de medicina, ¿qué ven en él? Tal vez una vía de escape. Esperemos que no sea un modelo de trato a los pacientes ni tampoco clínico, porque el ensayo-error puede resultar muy peligroso.